Joyas del jardín: colibríes

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Los colibríes, esas diminutas maravillas emplumadas, nos cautivan con su presencia en nuestros jardines. Desde Tierra del Fuego hasta Alaska, estas aves han conquistado una vasta extensión de territorio, adaptándose ingeniosamente a una variedad de entornos. ¿Sabías que en zonas muy frías pueden entrar en un estado de letargo similar a la hibernación?

Con su tamaño diminuto, los colibríes son verdaderos prodigios de la naturaleza. Su corazón late a una increíble velocidad de 1700 latidos por minuto, y cuentan con dos costillas adicionales en comparación con otras aves. Sus picos varían en forma según la especie, y su aleteo potente y rápido produce un característico zumbido.

Estas aves tienen una habilidad única: pueden quedarse estáticas, aleteando frente a una flor mientras se alimentan. Además, son los únicos capaces de moverse en todas direcciones (pueden volar incluso hacia atrás, y esto se debe a que poseen una mecánica de vuelo semejante a la de los insectos). Atraídos por flores de colores vibrantes (el rojo o el naranja, por ejemplo), construyen sus nidos cerca del suelo con materiales como tela de araña, algodón o musgo, donde depositan sus huevos. En zonas altas y frías, los colibríes son vitales como polinizadores, mientras que en los jardines productores ayudan a engendrar híbridos. Sin embargo, enfrentan amenazas naturales como las aves de rapiña, los mamíferos y los reptiles. Con su belleza y su papel crucial en los ecosistemas, deberíamos considerarlos verdaderas joyas que merecen nuestro cuidado y admiración en el jardín.